Fue un sueño que viví, correr en la Cuesta de Santo Domingo habiéndome despedido de personas que como yo, sentían la emoción de asomarnos a la muerte después de cantar tres veces a la imagen de San Fermín en la hornacina, periódico en mano. Es sublime, ver abrazarse a padre e hijo cuando hemos cantado por última vez, creo que pocas cosas son mas verdad, que ese abrazo y nada más sincero que el saludo/apretón de manos que le das al compañero que va a correr, a tu lado, unos minutos después. El sonido del cohete, el olor de pólvora y sobre todo el murmullo de los corredores, es algo que llevo siempre, muy a gusto, conmigo allá donde estoy, procuro no hablar de ello por que me emociono.
La pantalla me lleva a esos momentos en estos días, tengo al lado a mis hijos, me hacen preguntas y clasificamos a los corredores por los que lo hacen bien o mal.
Disfruto y me pregunto ¿cuando podré volver a estar delante de la hornacina?
viernes, julio 14, 2006
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