martes, diciembre 27, 2011

TRES ATAUDES BLANCOS DE UNGAR

“Hay algo en la cultura de Bogotá que hace que la gente se ría de la guerra todo el tiempo . Es una manera de sobrevivir. Reírse de lo trágico es muy colombiano” con estas palabras el autor define el sentido de su novela.
Antonio Ungar (Bogotá 1974) arquitecto, cuentista y cronista del conflicto palestino/israelí desde Jaffa (Palestina) para la revista Semana (Colombia) es un escritor, que según él, digiere las historias lentamente y que su novela “Las Zanahorias Voladoras” fue producto de una indigestión de trescientas páginas que le llevó desde Barcelona a Cuernavaca (Méjico), pasando por Bogotá hasta que se convirtieron en ciento treinta, prodigioso metabolismo literario.
Ahora, en el inicio del este tercer párrafo, confieso que cuando comencé la lectura de esta novela, Premio Herralde 2010, y ya saben lo querencioso que soy con los novelistas que ganan este premio, más o menos, a la altura de la página sesenta me sentí un poco espeso y estuve a punto de renunciar, pero a Herralde le tengo fe y me deje ir, mi editor de cabecera no me falló, la novela me ha divertido y he disfrutado con una trama sorprendente y bien trazada de menos a más que finaliza con ayuda de la magia.
En dicha ascendente trama el protagonista es presentado inicialmente como un personaje del teatro del absurdo, su realidad, entre cocteles, es ironizar sobre su existencia y sus pensamientos mientras convive con su padre. Su vida cambia cuando por su gran parecido físico es contratado para suplantar al candidato a la presidencia de la república de Miranda, el carismático Pedro Akira, asesinado por orden del eterno presidente de la imaginaria y esperpéntica república suramericana donde la realidad supera la ficción.
Los personajes que pueblan esa república, parecen como sacados de los comics de Herge (autor de Titin), tanto el protagonista, como, sus amigos, conspiradores, traidores, son retratados en escenas sorprendentes y divertidas rayando la carcajada trágica, en algunos casos el absurdo. El actor - candidato adquiere, durante el ensayo y la representación de su papel, la calidad del candidato, símbolo de un futuro esperanzador para la república. La suplantación de un hombre digno, hace al protagonista recuperar su propia dignidad, sin perder la ironía. Durante esa transformación nace el amor desbordante entre el protagonista y su cuidadora y que se traduce en hermosas páginas que permiten creer en la magia hasta final de la novela.
Resumo, la novela de Ungar está bien escrita con páginas excelentes donde hace un retrato esperpéntico del poder, intercalando una hermosa historia de amor y rodeando al protagonista reencarnado y su Sancho incansable, de amor, de enemigos, de traidores, de persecuciones del patético dictador y su corte con un humor trágico que alivia y divierte la lectura. Descarten comparaciones y disfruten superando la sorpresa de las primeras páginas.
El metabolismo literario, del que habla el autor, es el trabajo sobre la palabra, la frase, el párrafo.... , que hace de una ficción entretener, divertir y a veces maravillar. En estas épocas está muy de moda que el argumento se convierta en un desmenuzarse autobiográficamente contando las experiencias personales adornadas de ficción y mezcladas con otras seudobiografías, de los amigos, amantes, jefes y enemigos literarios. Solo unos pocos lo hacen con una maestría tal que me emocionan, léase Bolaño, porque traducen su vida y sus ensoñaciones personales en literatura, digiriendo las palabras antes de hacerlas novela y no me hacen resoplar por aburrido y sigo la lectura contento.
Contar historias sin rociarlas de autobiografía y crear ficción como hace Ungar parece ser antiguo y está mal visto o no es moderno.