martes, septiembre 08, 2015

LA ISLA DE MI PADRE, una autobiografia del Miedo Mutuo de Fernando Marías




Autor: Fernando Marías
Editorial: Seix Barral Biblioteca Breve
Paginas: 278
ISBN: 978-84-322-2465-2
Precio:19€



Trata, dije sin titubear, del miedo mutuo que desde el primer momento nos tuvimos mi padre y yo y de cómo logramos superarlo”

Más adelante sigue diciendo:

“Pero esta respuesta se presentó de golpe, irremediable y determinante como el primer asesinato de una novela policiaca, y permaneció conmigo cuando mi acompañante me dejó solo.”

Esta es la justificación del porqué de este hermoso libro que el autor,   en la página 49, nos traslada.

Es una  autobiografía del Miedo Mutuo que teje o mejor deshace lo tejido de  la relación hijo – padre. Un padre, omnipresente por ausencia.
Fernando Marías (Bilbao, 1958) autor muy reconocido y un  cinéfilo pasional   que con esta  novela  ha ganado el Premio Biblioteca Breve 2015,  además de también  ganador, entre otros, del Nadal con el libro “El niño de los coroneles” en el 2000.
En este libro desgrana, mezclando  sus fantasías adolescentes y sueños inconclusos de adulto, la relación  con su padre desde su primer encuentro en el umbral de la casa familiar, cuando el padre, marino mercante, llega a la casa y él le pregunta a su madre: ¿Quién es ese hombre?, seguido de un contundente  ¿Y se va a quedar?
Imaginen, un hombre que llega del mar después de una larga travesía  y que sabe por el telégrafo que ha tenido un hijo  y descubrir que es un extraño para el niño.
E imaginen también a un niño que en dos años a reinado en su casa servido de la madre y una abuela solícita al extremo y le llega un invasor, hombre y adulto a su imperio.
Desde ese momento ambos realizan un esfuerzo mutuo para encontrarse y poder relacionarse felizmente.
El autor quiere ser director de cine y enseñar en las mágicas  salas de cine sus sueños, viaja a Madrid para encontrar el paraíso, pero en ese paraíso se pierde  reiteradamente con la cómoda libertad y la ausencia buscada.
Regresa a Bilbao y en paseo al sagrado monte, con su reflejo, su padre el ausente, sin palabras, le dice que el camino no es ese donde tiene su vida actualmente.  Fernando reacciona deja de perseguir sueños bañándose en alcohol y le dedica su primera novela y el Miedo Mutuo comienza a diluirse.
Vuelve ya,  en tren, regularmente,  desde su  feliz exilio en Madrid, pues sus novelas están llenando las estanterías de la casa familiar y cuando el padre presenta los primeros signos de que su vida esta acabándose decide escribir este libro para darle testimonio y darse testimonio del enorme peso que ha tenido en su vida.
El autor narra sentimientos y situaciones que muchos de nosotros y más si somos de su generación cinéfila, hemos tenido con nuestros padres, que tenían como misión honorable en la vida: sacar a su familia adelante con todo su esfuerzo y sacrificio y acudían a su casa para descansar  y recuperar fuerzas para iniciar la jornada al día siguiente y demorarse lo mínimo imprescindible en conocer por la madre como habían ido las cosas con los hijos.
El cine era  el lugar donde veíamos nuestras fantasías flotar, el lugar donde podíamos enamorarnos o morir, discretamente, después de haber subido a la cima del mundo.
El héroe y antihéroe de Fernando rodea al mundo sorteando tormentas y piratas imaginarios para llegar y  convertir el paseo bilbaíno de subir al monte Pagasarri en el mito del la relación entre ambos. Ese paseo que con el padre a solas o con sus hermanos hacían los días de fiesta es el camino de Santiago donde ambos se hacían las confesiones que su intimidad, la de uno adulta y la del  otro infantil, podían expresar.
Esta biografía  de una relación acaba con la autor en la casa familiar, vacía de sentimientos, ya vendida,  evocando los fantasmas familiares, el suyo propio de niño buscando al adulto que es ahora y a un padre omnipresente al que le debe disculpas por aquel desafortunado primer  encuentro.

Hermoso libro lleno de referencias a las películas que forjaron nuestros sueños y  sobre todo lleno de referencias  a las  relaciones  con el  padre, que nos construyeron como personas,  por presencia o por ausencia.