jueves, mayo 05, 2016

CUATRO CIENTOS TRES AÑOS DESPUÉS DE LA PUBLICACIÓN DE LAS NOVELAS EJEMPLARES DE MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA SIGUEN CONTÁNDOME SUS SECRETOS




·         Editor: Austral
·         Colección: Narrativa
·         ISBN-10: 8467033622
·         ISBN-13: 978-8467033625

·         Precio 15,10€



Como en el mes anterior con la novela comentada, que reitero,  me apasiona y  aunque muchos han considerado menor, como glosé,  “El coronel no tiene quien le escriba” era considerada por su autor   Gabriel Garcia Marquez, como su mejor novela y el propio autor, para reseñarlo, contaba que había escrito “Cien años de soledad” para que sus lectores leyeran  al “Coronel ..”, me salto el orden programado de mis lecturas porque  quiero rendir un homenaje personal desde estas páginas al más grande escritor en español de todos los tiempos, en su centenario, don Miguel de Cervantes Saavedra.
La siguiente definición la inventaron después de leer Don Quijote:
La novela es el reino de la libertad de contenido y de forma. Es un género proteico[i] que presenta a lo largo de la historia múltiples formas y puntos de vista. (Wikipedia)
Los “expertos”, que se dieron cuenta de ello, no podían dejarlo así y darle todo el merito y le pusieron el  apellido de “moderna” dejando claro que existía la novela, pero que  estaba  sujeta a unas bridas: temáticas, ejemplarizantes o  de frondosos  diálogos,  y que fue Cervantes  el que las rompe editando su Quijote en 1605, y creando la novela moderna como género
Entonces,  sí la novela se ha atener a esa definición anterior para ser considerada como tal, las anteriores al Quijote,  ¿que  eran?.
Bueno, dejemos las disquisiciones académicas para otros comentarios
Quiero hablar de esas novelas de nuestro escritor que él mismo llama “ejemplares”[ii] y con las que me batí en duelo durante mi bachillerato. 
Sí,  en el año de ingreso leímos y nos dictaban la obra suprema,  Don Quijote de la Mancha, en primero trabajábamos, entre otras, con “Las ejemplares” en segundo y/o tercero  con el  anónimo “El lazarillo de Tormes”,  Gargantúa y Pantagruel de Rabelais, La Celestina y en cuarto  el teatro clásico, Lope, Calderón y luego  pasando por Larra, así de seguido, hasta llegar a Lorca,  en clandestino, eso sí, ya  en la madurez del bachiller.
El afrancesamiento de nuestro bachiller era manifiesto. Celebrábamos el heroico Dos de Mayo como signo patrio de independencia, pero nuestra segunda lengua de estudio  era el francés y muchos de nuestros autores de referencia  para los comentarios en clases y trabajos eran también los autores franceses, porque si bien habíamos sido invadidos por Napoleón, la pérfida Albión mantenía el Peñón.
En un  sorteo de lecturas para comentar, por casualidad, me tocó el “Licenciado Vidriera”, nos sacaban en clase y en la tarima contábamos, leímos nuestro trabajo, enfundados en  nuestro babi de rayas blancas y azules. Estaba loco por acabar. Mis comentarios eran breves, medio folio cuadriculado por dos caras, con una letra zarrapastrosa.  Me costaba  sangre porque me atrancaba y mis compañeros me hacían los honores cada vez que ocurría con alguna tos  malévola o algún gesto histriónico para hacerme reír. Mi objetivo era leer sin levantar los ojos del cuaderno.
El padre Lozano, a mis espaldas,   desde su sillón,  asentía y corregía con  severa voz: “Bien,  pero corto. Siéntese Gallego.”
Pero a pesar de mi brevedad para salir de aquel entuerto, su lectura  me encantó y siempre la he  recordado con Rinconete y Cortadillo como  profundas y divertidas miradas a la sociedad de Miguel de Cervantes.
Cuando la he vuelto a leer para escribir este comentario, he descubierto como Cervantes cuenta como  su personaje, Tomás Rodaja, un  hijo de  labriego, consigue, apoyándose en personas acomodadas, por su inteligencia e ingenio lo “bequen”,  licenciándose en leyes por Salamanca. Aquí, sustancio ahora, el autor pondera, que la capacidad y el trabajo meritan el apoyo de  una sociedad tremendamente jerarquizada. Hoy, ayer, seguimos discutiendo el concepto y la amplitud de esos apoyos tan necesarios.
La exitosa carrera  de Tomás  se tuerce por un accidente amoroso que lo hace enfermar,  ya que  él teme quebrarse si lo tocan al considerarse  estar hecho de vidrio. Aparejada a su enfermedad  desarrolla un ingenio inusual haciendo comentarios irónicos y críticos o respuestas sabias a las preguntas  sobre la sociedad que lo rodea  o las más diversos oficios y menesteres que  se cruzan en su vida. Estos comentarios ingeniosos lo convierten en un afamado personaje. Bufón, docto, pero bufón al fin y al cabo. La sociedad se divierte con sus ocurrencias y demanda él  sus reflexiones y comentarios en cenáculos y palacios.
La fama, ese manifiesto veneno que esta tan demandado actualmente por entretener o para divertir, lo persigue después de curarse y le impide ejercer como licenciado en leyes, la sociedad no acepta su cambio, le era más útil como muñeco.
Para finalizar mi comentario rapto la mirada experta de un estudioso colombiano, el especialista cervantino Jorge E. Rojas Otálora,  que profundiza en esa idea:
La culminación de la historia es el mejor remate de la serie de reflexiones del licenciado Vidriera y la demostración cabal del sentido de esta historia. En efecto, el hecho de que una vez curado de su locura y bajo su verdadero nombre Tomás Rodaja quiera ejercer su profesión sin lograr obtener el menor éxito, demuestra precisamente la alienación de una sociedad pronta para disfrutar los desvaríos de un loco pero tarda en comprender la verdad que se esconde detrás de sus finas observaciones. El común de las gentes se reía de las ocurrencias del licenciado Vidriera, algunos captaban la agudeza de sus comentarios pero ninguno le prestó atención cuando bueno y sano quiso utilizar su claro ingenio para ganarse la vida.
 Y sigue…
 La ironía es evidente, en una sociedad alienada la imagen, lo que parece, pesa más que lo real, lo esencial o lo verdadero. Tomás Rodaja, graduado en leyes, es apabullado por el licenciado Vidriera, la ciencia que como abogado puede brindar queda sepultada por los aparentes disparates de su vida anterior.
Es necesario acercarse al  Licenciado Vidriera para que no nos olvidemos que esos cuatrocientos tres años no son tantos y preguntarnos porque.
Cuantos bufones actuales nos hemos  olvidado que fuimos  Tomás Rodaja después de no responder como el  Licenciado Vidriera  rechazando la   invitación    a vivir en Palacio:
"porque tengo vergüenza y no se lisonjear"
Cervantes,  con esta mirada crítica de un loco que siempre dice la verdad  pretende desenmascarar esa su sociedad, que al final hace chanza del sabio loco y no quiere dejarle recuperar su vida honorable como hombre de leyes. Le ha dado un papel de bufón crítico y no quiere que represente otro.
Ayer, como otros días leo los periódicos  y visito las pantallas y sigo encontrando  a los “Licenciados Vidriera” activos, y me preguntaba  ¿alguno será también un Tomás Rodaja?
Las novelas ejemplares están en PDF y pueden bajarse cualquiera de ellas, a veces, muy bien  acompañadas con magníficos e inteligentes comentarios. Léanlas, por favor,  una a una.




[i] Es un texto proteico en el que se combinan la argumentación, la exposición y la narración.
[ii] Estos días prolíficos en comentarios doctos he aprendido que algunos críticos contemporáneos del El Quijote la rechazaban como novela porque no era ejemplarizante.