lunes, octubre 31, 2011

PATRICIO PRON HABLANDO CON EL ESPIRITU DE SUS PADRES


No entiendo a La Argentina (como la llamaba mi padre), un lugar soñado por millones de personas y creo que nunca la entenderé. Maravilloso país de gente sabia y emotiva que se reúnen alrededor de un asado con pasión religiosa, evocando, los triunfos y las derrotas de sus héroes, sus fantasmas familiares y desenterrando nostálgicos un pasado que se hizo en las batallas literarias, en las canchas de fútbol, en las pistas de tenis, en los circuitos de F1 y en los partidos de rugby. Es un país de héroes cotidianos que explican mejor que nadie, sin ningún pudor quiénes son y quiénes les gustaría ser, mezclando ambas en una realidad soñada.


Una realidad soñada que les hizo ir a morir como héroes ingenuos en el mar a manos de los ingleses. Una realidad que les hace mantener la lealtad a un partido peronista, de dudosa limpieza democrática, tanto sean de izquierda radical como puros fascistas.

Todos esos argentinos lloraban de emoción cuando el verano de 1978 el capitán de su selección recogía la copa del mundial de fútbol de las manos de un villano, el Presidente Videla, el mismo que hoy está en la cárcel condenado por las atrocidades cometidas sobre los ciudadanos inocentes fueran adultos o niños, solamente, porque en su parecer eran subversivos, sin juicio, con torturas y horrores sin fin.

No todo fue el fútbol, por ejemplo : el dictador Jorge R. Videla, el 19 de mayo de 1976, (el 24 de marzo había sido el golpe) dio un almuerzo, en la Casa de Gobierno a dos argentinos, admirables escritores, José Luis Borges el premio Nobel que no fue y Ernesto Sábato, después de dos horas salieron hablando admirablemente bien de él, lo adjetivaron desde culto a modesto, justificando el golpe al gobierno de Isabel de Perón, como una necesidad por el caos existente. Si, ya sé que no son únicos y que la justeza política de un escritor y la belleza de su literatura, a veces, entran en aparente contradicción, en una polémica que está abierta desde siempre. Yo también supero mi recelo, cuando los comienzo a leer.

Bueno, ¿porque todo esto?, por una novela de Patricio Pron, argentino (1975), y que en esta novela va y viene a la época de la dictadura. Inicia su narración con el regreso a Argentina desde Alemania (2000-2008) de un desmemoriado joven escritor (que vivió sus primeros años bajo la dictadura) , para estar al lado de su padre que ha sido ingresado en el hospital, muy grave. Las visitas al hospital le suponen el reencuentro, consigo y con la vida de su padre, periodista, antiguo militante peronista de izquierdas.

Obligado a ordenar los papeles de su padre, se encuentra, en una de las carpetas, una historia, quizá un proyecto de libro, sobre la desaparición de un hombre sencillo y mermado de cariño, que recibe una fortuna como indemnización por la desaparición de su hermana durante la dictadura militar argentina. El pueblo donde sucede todo esto está en la pampa argentina y su tranquilidad se rompió con la desaparición. La comunidad, anestesiada por la rutina hasta ese momento, no está dispuesta a quede impune y pide con tozudez que las autoridades intervengan y como signo de su necesidad participa en la investigación con intensidad.

Pron nos hace leer los relatos policiales, que certifican las labores de búsqueda y las investigaciones que van cosiendo la vida del desaparecido. Ciertos comportamientos delictivos no están ligados al territorio donde se desarrollan, son comunes a muchas partes del mundo pues la codicia y la crueldad no tienen patria.

La historia principal lleva ligada otra historia, en realidad mil historias donde el protagonista va descubriendo, destapando, su propia historia y la de sus padres, y la de La Argentina durante la despiadada dictadura del “modesto e inteligente general Videla” en palabras de Sabato.

Pron escribe muy bien, con sutileza deshace la madeja y crea un ambiente propicio para que lleguemos, al final, con las tres historias: crueldad y codicia sórdida sobre un hombre sencillo, la crueldad ciega del poder sobre unos ciudadanos inermes y la vida paralela de un padre que es el comodín que sin protagonizar ninguna ha sido notario de la otras dos.

En el libro me pesa la parte de exposición, para mi excesiva, de las crónicas policiales y/o periodísticas de los sucesos, pero es un peaje que he pagado contento, porque me ha quedado un placer literario digno del mejor. La novela tiene secretos que me dejo aquí para que sean descubiertos con su lectura.

Creo que para saciar esa contradicción, que declaraba al inicio, de mi pasión por ese país, echo de menos la crónica, libre y objetiva sobre los sentimientos de los ciudadanos no peronistas, no marxistas y contrarios a los monoteísmos políticos que pusieron los muertos durante la dictadura.



Después de cerrar el libro he seguido trabajando en esta novela, que tiene una intrahistoria que es bueno que desvele: el padre de Patricio Pron propone la lectura previa del manuscrito si su hijo quiere trabajar sobre el asunto. Me produjo impacto que una persona, sea padre y/o sea protagonista ponga condiciones sobre el trabajo de otra si solo supone una historia, una ficción sobre unos sucesos, supuestamente reales que suceden en un pueblo alejado de grandes ciudades.



Desde Argentina nos llegan las versiones sobre su pasado y echo de menos, lo digo más arriba una versión objetiva. La dictadura fue cruel, sin medida, con todos los medios y las fuerzas del Estado en manos de los militares, una maquina sin piedad. Pero la izquierda marxista y peronista obró sin límite, con una fe ciega que tomó a los ciudadanos como moneda de cambio con el terror: Si tu matas, yo también puedo hacerlo, donde quiera y a quien quiera. Por eso reclamo una versión más equilibrada de la historia que nos cuentan los argentinos.



Nota: El almuerzo de los escritores con Videla, fue muy señalado en la prensa oficial y no oficial, no estaban solos, los acompañaba también el presidente de la sociedad de escritores y el sacerdote Castellani, y aparte de reconocer su posición de acuerdo con el golpe,( el gobierno de Isabelita era un desastre) tanto Sábato como Castellani pidieron a Videla que investigara la detención o expulsión de su trabajo de 11 intelectuales y en particular de Haroldo Conti y Antonio Di Benedetto. En honor a Sábato, después de la dictadura fue él quien entregó a Alfonsín la documentación sobre los desaparecidos y asesinados durante la misma. Sábato fue un intelectual comprometido con su tiempo, y como testigo, se equivocó muchas veces y consiguió un rotundo éxito en sus opiniones otras muchas veces.

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