• Editorial: DESTINO
• nº de páginas: 312 págs.
• ISBN: 9788423329519
Ayer hablaba con mi querido amigo y maestro Fernando sobre nuestra situación como hijos y nietos de personas que vivieron y murieron la guerra civil en posiciones diferentes y la amistad que nos une, construida por nuestra propia historia en común, nos obligó a un punto de generosidad cuando salió la guerra civil. En este caminar común, entre los otros, llevas una mochila cosida con los hilos del amor que la familia propia te cose en el alma con cada beso, con cada renuncia, con cada palabra, con cada olor, con cada historia y en cada caricia de las que participas y no había duda de nuestra amistad, pero sin duda enfrentas tu opinión y el propio juicio del pasado con las historias que desde esa herencia llevamos pegada a la piel. Hay que trabajar mucho para eliminar distingos, tópicos y desde la subjetividad ser generoso y escuchar siendo fiel al juicio crítico de uno mismo para discutir que fue real, mentira y que es lo que otros desde sus trincheras intelectuales nos quieren hacer opinar.
El autor hace hablar a un personaje:
“Pasada la guerra todos han querido persuadirnos de que no pudieron hacer otra cosa, y cada cual cree que en su bando los crímenes se cometieron en abstracto, de una manera indiferenciada, en nombre de la República o de Falange, del Comunismo, de la Anarquía o de la Iglesia, con lo cual, unos y otros, aceptando en principio que todos pudieron ser culpables, acaban teniéndose por inocentes, en tanto creen que los crímenes del bando contrario los cometieron individuos diferenciados que debían pagar por ello. Así se explica que nadie haya querido juzgar y pedir responsabilidades jamás a los suyos, sino solo a los contrarios. Esa es lisa y llanamente la justificación del Mal.”
Pues Andrés Trapiello (Manzaneda de Torio (León) 1953) escritor de Diarios y de Las armas y las letras, lo consigue siendo con esta novela magnifico cronista literario desde ese balcón de su tercera España que procura desde sus propias palabras encontrar nuevas voces:
“Hemos sido víctimas de la propaganda, de aquellos que creían que lo que había que decir sobre la guerra ya lo habían dicho Giménez Caballero, Ridruejo o Alberti. A medida que el tiempo pasa esas voces se apagan y distinguimos en ese silencio voces nuevas.”
Y siguiendo con el autor nos cuenta la esencia de su libro y dice que la novela es la historia “de un padre y un hijo a propósito de la verdad. El hijo sospecha cosas que el padre no ha contado bien y eso mina la valoración intelectual o moral que tiene de su padre pero no el afecto”
Pepe Pestaña es un catedrático de historia que vuelve a su León del que huyó para poner distancia con su padre. Causalmente descubre que este le oculta su guerra y nace la polémica entre ser hijo o ser historiador dejando que suceda la verdad desenterrando los hechos históricos o dejarlos correr.
La ambición y el afán de notoriedad de una compañera de Universidad y su propia ética lo acorralan. Todos los personajes se cruzan. Graciano, quiere saber donde está enterrado su padre desde el día que fue asesinado, delante de él, por un reten falangista del que formaba parte el padre Pepe Pestaña. Raquel la amante de Pepe, mujer sincera, que necesita amar y ser amada. Marivi necesita notoriedad y un prestigio que su intelecto no le da. La madre de Pepe necesita a su hijo. El padre de Pestaña necesita olvidar. Ambiciones, mentiras y verdades a medias, muchas veces llevados a la búsqueda de esa verdad según le venga bien a cada protagonista.
Capítulos cortos en forma de monologo ayudan a cruzar la novela despacio para saborear la buena literatura y deprisa porque hay mucho que disfrutar de la historia.
Trapiello ha escrito una novela necesaria. Pepe Pestaña nos anuncia que no va escribir un libro de historia y cervantinamente leemos: que ha escrito una novela que se llama Ayer no más afirmando “para conocer lo que sucedió no sirve la Historia, solo la novela puede hacer algo por la verdad”, y su publicación provoca el escándalo en León.
La tercera España que Chaves Nogales o Clara Campoamor representan para el autor la constante búsqueda de la oportunidad de sentarnos para decirnos que el levantamiento del 18 de julio fue un golpe contra un gobierno legítimo pero que no todos los malos o todos los buenos estaban en un bando.
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