·
Editor: Austral
·
Colección: Narrativa
·
ISBN-10: 8467033622
·
ISBN-13: 978-8467033625
·
Precio 15,10€
Como en el mes anterior con la novela comentada, que reitero, me apasiona y aunque muchos han considerado menor, como glosé,
“El coronel no tiene quien le escriba”
era considerada por su autor Gabriel Garcia Marquez, como su mejor novela y
el propio autor, para reseñarlo, contaba que había escrito “Cien años de
soledad” para que sus lectores leyeran
al “Coronel ..”, me salto el orden programado de mis lecturas porque quiero rendir un homenaje personal desde estas
páginas al más grande escritor en español de todos los tiempos, en su
centenario, don Miguel de Cervantes Saavedra.
La siguiente definición la inventaron después de leer Don Quijote:
La novela es el
reino de la libertad de contenido y de forma. Es un género proteico[i]
que presenta a lo largo de la historia múltiples formas y puntos
de vista. (Wikipedia)
Los “expertos”, que se dieron cuenta de ello, no podían dejarlo así y darle
todo el merito y le pusieron el apellido
de “moderna” dejando claro que existía la novela, pero que estaba
sujeta a unas bridas: temáticas, ejemplarizantes o de frondosos diálogos,
y que fue Cervantes el que las rompe
editando su Quijote en 1605, y creando la novela moderna como género
Entonces, sí la novela
se ha atener a esa definición anterior para ser considerada como tal, las anteriores
al Quijote, ¿que eran?.
Bueno, dejemos las disquisiciones académicas para otros
comentarios
Quiero hablar de esas novelas de nuestro escritor que él
mismo llama “ejemplares”[ii] y con
las que me batí en duelo durante mi bachillerato.
Sí, en el año de
ingreso leímos y nos dictaban la obra suprema,
Don Quijote de la Mancha, en primero trabajábamos, entre otras, con “Las ejemplares” en segundo y/o tercero con el anónimo “El
lazarillo de Tormes”, Gargantúa
y Pantagruel de Rabelais, La
Celestina y en cuarto el teatro
clásico, Lope, Calderón y luego pasando
por Larra, así de seguido, hasta llegar a Lorca, en clandestino, eso sí, ya en la madurez del bachiller.
El afrancesamiento de nuestro bachiller era manifiesto.
Celebrábamos el heroico Dos de Mayo como signo patrio de independencia, pero
nuestra segunda lengua de estudio era el
francés y muchos de nuestros autores de referencia para los comentarios en clases y trabajos
eran también los autores franceses, porque si bien habíamos sido invadidos por
Napoleón, la pérfida Albión mantenía el Peñón.
En un sorteo de
lecturas para comentar, por casualidad, me tocó el “Licenciado Vidriera”, nos sacaban en clase y en la tarima
contábamos, leímos nuestro trabajo, enfundados en nuestro babi de rayas blancas y azules. Estaba
loco por acabar. Mis comentarios eran breves, medio folio cuadriculado por dos
caras, con una letra zarrapastrosa. Me
costaba sangre porque me atrancaba y mis
compañeros me hacían los honores cada vez que ocurría con alguna tos malévola o algún gesto histriónico para
hacerme reír. Mi objetivo era leer sin levantar los ojos del cuaderno.
El padre Lozano, a mis espaldas, desde su sillón, asentía y corregía con severa voz: “Bien, pero corto. Siéntese Gallego.”
Pero a pesar de mi brevedad para salir de aquel entuerto, su
lectura me encantó y siempre la he recordado con Rinconete y Cortadillo como
profundas y divertidas miradas a la sociedad de Miguel de Cervantes.
Cuando la he vuelto a leer para escribir este comentario, he
descubierto como Cervantes cuenta como su personaje, Tomás Rodaja, un hijo de labriego, consigue, apoyándose en personas
acomodadas, por su inteligencia e ingenio lo “bequen”, licenciándose en leyes por Salamanca. Aquí,
sustancio ahora, el autor pondera, que la capacidad y el trabajo meritan el apoyo
de una sociedad tremendamente
jerarquizada. Hoy, ayer, seguimos discutiendo el concepto y la amplitud de esos
apoyos tan necesarios.
La exitosa carrera de
Tomás se tuerce por un accidente amoroso
que lo hace enfermar, ya que él teme quebrarse si lo tocan al considerarse estar hecho de vidrio. Aparejada a su
enfermedad desarrolla un ingenio inusual
haciendo comentarios irónicos y críticos o respuestas sabias a las preguntas sobre la sociedad que lo rodea o las más diversos oficios y menesteres que se cruzan en su vida. Estos comentarios
ingeniosos lo convierten en un afamado personaje. Bufón, docto, pero bufón al
fin y al cabo. La sociedad se divierte con sus ocurrencias y demanda él sus reflexiones y comentarios en cenáculos y
palacios.
La fama, ese manifiesto veneno que esta tan demandado
actualmente por entretener o para divertir, lo persigue después de curarse y le
impide ejercer como licenciado en leyes, la sociedad no acepta su cambio, le
era más útil como muñeco.
Para finalizar mi comentario rapto la mirada experta de un
estudioso colombiano, el especialista cervantino Jorge
E. Rojas Otálora, que
profundiza en esa idea:
La culminación de la historia es el
mejor remate de la serie de reflexiones del licenciado Vidriera y la
demostración cabal del sentido de esta historia. En efecto, el hecho de que una
vez curado de su locura y bajo su verdadero nombre Tomás Rodaja quiera ejercer
su profesión sin lograr obtener el menor éxito, demuestra precisamente la
alienación de una sociedad pronta para disfrutar los desvaríos de un loco pero
tarda en comprender la verdad que se esconde detrás de sus finas observaciones.
El común de las gentes se reía de las ocurrencias del licenciado Vidriera,
algunos captaban la agudeza de sus comentarios pero ninguno le prestó atención
cuando bueno y sano quiso utilizar su claro ingenio para ganarse la vida.
Y sigue…
La ironía es evidente, en una sociedad
alienada la imagen, lo que parece, pesa más que lo real, lo esencial o lo
verdadero. Tomás Rodaja, graduado en leyes, es apabullado por el licenciado
Vidriera, la ciencia que como abogado puede brindar queda sepultada por los
aparentes disparates de su vida anterior.
Es necesario acercarse al Licenciado
Vidriera para que no nos olvidemos que esos cuatrocientos tres años no son
tantos y preguntarnos porque.
Cuantos bufones actuales nos hemos olvidado que fuimos Tomás Rodaja después de no responder como el Licenciado Vidriera rechazando la
invitación a vivir en Palacio:
"porque tengo vergüenza y
no se lisonjear"
Cervantes, con esta mirada crítica de un loco que
siempre dice la verdad pretende
desenmascarar esa su sociedad, que al final hace chanza del sabio loco y no
quiere dejarle recuperar su vida honorable como hombre de leyes. Le ha dado un
papel de bufón crítico y no quiere que represente otro.
Ayer,
como otros días leo los periódicos y
visito las pantallas y sigo encontrando
a los “Licenciados Vidriera” activos, y me preguntaba ¿alguno será también un Tomás Rodaja?
Las novelas ejemplares están en PDF y
pueden bajarse cualquiera de ellas, a veces, muy bien acompañadas con magníficos e inteligentes
comentarios. Léanlas, por favor, una a
una.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por opinar y procurar mostrar tu opinión sin ofender