En el 9 de julio hubo dos alumbramientos sorprendentes, uno real y otro virtual.
El virtual: con la independencia y nacimiento del nuevo país se ha podido apreciar la dimensión diplomática de China en su papel como segunda potencia mundial, con fuertes intereses en África, y por otra parte, no menos importante, la aceptación por parte de EEUU como su socio de referencia, en esta contienda. Este trabajo diplomatico se viene fraguando desde antes del 2005 con el acuerdo del 9 de julio de 2005 que concedía la autonomía a Sudan del Sur y una constitución provisional.
La miseria, la tiranía y la guerra han perseguido a la población multietnica y multireligiosa ( cristiana y animista) del nuevo Sudan del Sur. La mayoría musulmana que gobierna el ahora Sudan del Norte se ha estado imponiendo por la fuerza y la masacre a sus vecinos del sur, la geografía ha impedido que penetrara más profundamente.
El petróleo sudanés se produce en su mayor parte en territorio del sur, pero en los acuerdos establecen que los ingresos se dividan al 50% y que divisa sudanesa se mantenga la misma que hasta ahora, durante los primeros 12 meses de la nueva república. Sin embargo la moneda del sur se ha empezado a emitir antes de cumplirse los primeros 10 días de la proclamación de la independencia.
Esperemos que esta ruptura de los acuerdos no complique el estatus actual de distensión y todo siga su curso según lo pactado.
La verdad, no soy muy optimista, aunque tengo un hilo de esperanza que se forma a partir de la actuación de China desde su nuevo estatus africano y mundial en tan sangriento conflictivo.
Ese enorme país no puede dejar su formidable desarrollo, 9.3% de media en los últimos trimestres, cuando el mundo occidental está en quiebra técnica, en manos de un conflicto religioso y de dominación económica de un grupo social-religioso sobre otro.
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