miércoles, junio 29, 2011

MONTAIGNE SOY YO


Autor: Jorge Edwards


Editorial Tusquets


Año edición: 2011


ISBN:978-84-8383-299-8






El libro comienza :

“El señor tomaba partido, pero no pensaba como hombre de partido. Juzgaba las cosas por sus méritos propios, sin el menor ánimo de favorecer a uno u otro bando. Se proponía ser íntegro, vivir en plenitud, conforme consigo mismo. ....Era güelfo para los gibelinos y gibelino para los güelfos. Casi siempre me siento identificado con esa visión interna, con esa esquizofrenia (entiendo que ahora lo llaman bipolaridad)”

JORGE EDWARDS (Santiago de Chile 1931), escritor y diplomático chileno, actual embajador en Francia y vocacional escritor que ha recibido el Cervantes en 1999.

“Montaigne soy yo “ es la afirmación del autor, en la presentación del libro, para reflejar su profunda sintonía con el autor sobre el que ha construido este ensayo – novela y reflejar el privilegio de ser un autor libre sin ataduras ideológicas.

Edwards se pasea intercalando su propia vida y recuerdos, con los del maestro francés, opinando y transmitiendo con la sencillez de su prosa la época que vivió el autor homenajeado, repasando su vida y pensamientos vertidos en sus Ensayos, tal como quería mostrarse en ellos:

«Quiero que se me vea en mi forma simple, natural y ordinaria, sin contención ni artificio, pues yo soy el objeto de mi libro»


Montaigne vivió la convulsa y sangrienta guerra de religión entre los católicos y los hugonotes calvinistas franceses, su posición fue siempre de hombre libre que se expresa y actúa según su criterio dejando los dogmas como un acto intimo que corresponden al sujeto. Aceptó el desafío de acercarse a las posiciones más extremas para discutir y entender a los contrincantes con la palabra y el razonamiento.

Consejero de Enrique IV rey de Navarra y primer rey Borbón de Francia, hugonote, y que fue el mejor de los reyes franceses, según todos los historiadores. Y como muestra: la promulgación del Edicto de Nantes firmado en 1596, herencia intelectual del Señor de la Montaña, como lo nombraba Unamuno, a los franceses a través de su influencia cerca del primer Borbón. Y que en su primer capitulo reza así:


“Que la memoria de todos los acontecimientos ocurridos entre unos y otros tras el comienzo del mes de marzo de 1585 y durante los convulsos precedentes de los mismos, hasta nuestro advenimiento a la corona, queden disipados y asumidos como cosa no sucedida. No será posible ni estará permitido a nuestros procuradores generales, ni a ninguna otra persona pública o privada, en ningún tiempo, ni lugar, ni ocasión, sea esta la que sea, el hacer mención de ello, ni procesar o perseguir en ninguna corte o jurisdicción a nadie.”

Este documento, es un hito histórico, que dictaba la libertad de conciencia en Francia y protegía la practica de la misma, a la vez que ordena olvidar la barbarie de la guerra y prohíbe enjuiciar a nadie por la misma.

Edwards se identifica con este hombre que practicaba la moderación y el consenso, como hijo literario y filosófico de los grandes autores clásicos Séneca, Virgilio, Plutarco y Sócrates ya que no le correspondía a él perturbar con la fe lo que la reflexión le dictaba.

El autor nos guía por los ensayos y los libros de viajes preñándolo de autobiografía, dejando su sabiduría como escritor chileno que vivió la tiranía y la estupidez, muy de cerca, en su país.

Recrea de forma magistral, algunos pasajes de la vida de su Maestro francés desde el proceso de seducción con la joven admiradora Marie de Gournay que fue su editora y más interesada defensora, hasta la muerte en la torre bordelesa, donde escribía y reflexionaba, rodeado de su familia, amigos y vecinos.

He disfrutado mucho y me ha afirmado más en ser contrario a la ideologización de la educación y la pérdida de las humanidades clásicas como patrón educador. En esa herencia clásica está nuestra cultura y el consenso por el que dirigirnos, y si abandonamos el camino de los clásicos, dictando herencias culturales conforme el gobierno en el poder, no nos conoceremos como civilizados y iniciaremos de nuevo el camino de la barbarie.

Las fiestas de San Juan me han dado oportunidad de conversar con amigos y compartir con la familia la música y la felicidad de los niños, llenándome de gusto por la vida. Por esta fuerza recibida evoco el Edicto de Nantes y su espíritu para darnos libertad de conciencia, consenso y olvido.

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