miércoles, enero 17, 2007

A LA SOMBRA DE LAS OLAS

He llenado por segunda vez el cubo de arena para levantar la última torre
Apelmazando con las manos cerramos la primera muralla del castillo.
El afán se multiplica y a cuatro patas la barriga me cae blanda rozando la torre
¡No se si me cuesta más, soportar la flacidez o las quemaduras del sol!
Vamos a por la segunda muralla y el foso.
Si, un foso profundo que frene el agua y no deshaga las murallas
¿Cuánta muralla hemos de trazar? Es de arena
Hemos medido con la mano el grosor de la muralla, cuatro dedos de adulto y tres de niño
¡Arena seca!
Ir, venir, volver a por arena que endurece y alisa las paredes, quemándonos las plantas de los pies, aligera el recorrido
Estamos llenando el foso de agua.
En el agua de los cubos flotan tiznajos negros y brillantes.
Al ir a por la siguiente remesa, la espuma ha perdido su color.
La segunda muralla esta teñida de una capa azulada y negra.
¡Que aspecto más imponente!
Quemamos la sombra y la lluvia ha bajado a tintar el mar
La mar, es más negra, más oscura, más turbia, sin remedio
Inauguramos la fortaleza, erigiendo un puente sólido sobre el foso, de papel brillante, palitos de helado y arena con brea.
Sin etiqueta el envase es más adecuado para hacer de catalejo.
Se inicia el asalto, certeros disparos de latas brillantes llenas de arena
Nuevas armas aparecen en la liza, las botellas y saquitos centelleantes armados de restos y arena ennegrecida.
La primera muralla ha caído bajo la lluvia de destructoras bombas desechables
Las torres no superan la siguiente oleada
Se ha tomado el castillo.
Abandonamos la arena tiznada camino del hotel, la batalla ha sido muy cruenta
Los muertos de colores resplandecientes y los heridos transparentes se abandonan sin darles consuelo.
Mañana seguiremos sin piedad disfrutando de las olas.

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