GABRIEL GARCIA MARQUEZ
· Nº
de páginas: 104 págs.
· Editorial: DEBOLSILLO
· ISBN 9788497592352Tenía para leer el nuevo libro de Vargas Llosa “Las cinco esquinas” un regalo que no me esperaba y que me gustó mucho. Pero se cruzó su compadre Garcia Marquez de la mano de un trabajo escolar.
Así que se fue la vista y el
gusto detrás del eterno Gabo y me quedé
hasta el final apenas al abrir la puerta y entrar leyendo a hurtadillas los primeros párrafos para refrescar aquello
que había leído en los hermosos años 70.
Gabo me perseguía. No fue
casualidad. En las noches insomnes de un fin de semana, pasando canales
pesadamente, descubrí un documental, ya
empezado, en el Plus y lo grabé. Hace unos días solo en
casa, con vacaciones de por medio, lo vi, se llama “Gabo, la magia de lo real”. Lo recomiendo, cuando se les cruce,
hagan lo mismo, grábenlo, está
presentado por otro buen escritor
colombiano el novelista Juan Gabriel
Vásquez.
Entre todas las personas que hablan de Garcia Marquez en
el documental , Bill Clinton, aparece contando cómo le
emociona la escritura del colombiano y también asegura que Gabo, dada la amistad de este con Fidel Castro trabajó para que el final del bloqueo sobre Cuba de EEUU, que llevaba treinta años, fuera una
realidad y que estuvieron, ambos, a punto de conseguirlo si no hubiera sido por la legislación aprobada por el Congreso
de EEUU que la hizo imposible, en palabras del entonces presidente.
Gabo intentó, como en sus
libros, hacer lo imposible real.
Y unos días después de ver el documental, también me persiguieron otras palabras,
saltando de escalón en escalón, sobre la necesidad imperiosa de conseguir
el libro “La crónica de una muerte anunciada”.
Resumiendo la dramática situación
en la que me encontraba, sí en veinticuatro horas no entra el libro por la
puerta de casa y sube las escaleras, el mundo está a punto de irse al carajo,
utilizando una de las palabras preferidas de Gabo, junto a mierda.
La búsqueda del libro del
premio nobel para que el adolescente, que habita y a veces vive en casa, pudiera hacer el comentario de texto del mismo
se hizo mi misión vital. Así que me puse a ello, agobiado, y horas más tarde
del ultimátum, entre fanfarria y en palanquín llegaba “La crónica…” pero eso
sí, acompañándolo, disfrazado,
silencioso, llegó también “El coronel…..”
Gabo, terminó de escribir este
libro en Paris en 1957, donde había llegado en 1955 para ser corresponsal de El Espectador, que fue cerrado por
orden del dictador Rojas Pinilla, Gabo
sin cheque que le llegara periódicamente, conoció la pobreza, tuvo que recoger
cartones y envases para poder comer, según sus propias palabras.
La espera del dinero para
sobrevivir, en París, clavada en el estomago le guió la mano para redactar
estas páginas memorables que para mí y para el propio autor es su mejor novela.
Comienzas a leer y esa anaconda
silenciosa se me fue enrollando en el
cuerpo página a página desde el estomago que es de donde nació hasta dejarme
sin aliento.
Subía con cada adjetivación,
avanzaba horizontalmente sintiendo su frio cuerpo primero como un alivio pero
después pude sentir la emoción en cada frase o reflexión del coronel.
Me fui, a la sombra de su
dignidad, calle abajo, acompañándolo en su
acecho disimulado al hombre del correo, hasta la orilla para saber si ese viernes llega la prometida paga de oficial que hace
décadas le habían prometido.
Su entrega a la causa de su coronel, el mítico Aureliano
Buendía, merecía esa soldada que el
gobierno se había comprometido con los que habían entregado las armas muy a su propio pesar.
El coronel no está solo, su
mujer, una heroica mujer que apenas vive
para que el recuerdo de su hijo Antonio, muerto en la gallera de un balazo, no
se pierda, pone al protagonista en la apuesta del hambre o la herencia del
hijo: un gallo ganador que les disputa los granos de maíz para hacer una sopa
que los alivie de la rutina necesaria para estar vivos.
Cuando leía este párrafo que les traigo es donde la
serpiente de Gabo me dejo sin aliento:
“Es la
misma historia de siempre”, comenzó ella un momento después. “Nosotros ponemos
el hambre para que coman los otros. Es la misma historia desde hace cuarenta
años.”
El
coronel guardó silencio hasta cuando su esposa hizo una pausa para preguntarle
si estaba despierto. Él respondió que sí. La mujer continuó en tono liso,
fluyente, implacable.
--- Todo el mundo ganará con el gallo, menos nosotros. Somos los únicos que no tenemos ni un centavo para apostar.
--- El dueño del gallo tiene derecho a un veinte por ciento.
--- También tenías derecho a que te dieran un puesto cuando te ponían a romperte el cuero en las elecciones –replicó la mujer-. También tenías derecho a tu pensión de veterano después de exponer el pellejo en la guerra civil. Ahora todo el mundo tiene su vida asegurada y tú estás muerto de hambre completamente solo. “
--- Todo el mundo ganará con el gallo, menos nosotros. Somos los únicos que no tenemos ni un centavo para apostar.
--- El dueño del gallo tiene derecho a un veinte por ciento.
--- También tenías derecho a que te dieran un puesto cuando te ponían a romperte el cuero en las elecciones –replicó la mujer-. También tenías derecho a tu pensión de veterano después de exponer el pellejo en la guerra civil. Ahora todo el mundo tiene su vida asegurada y tú estás muerto de hambre completamente solo. “
La dignidad de lector me hizo
enderezarme y acabar la lectura.
Días después de su lectura cuando iba a entrar a comprar el billete de la primitiva, en el vidrio de la puerta vi al coronel llegando el viernes a la espera del barco del correo.