Editorial: IMPEDIMENTA
ISBN: 978-84-15979-56-2
Páginas: 168
PVP: 20,95 €
Existe una gran fascinación sobre
esta novela entre las personas que la han leído y escrito sobre ella. Me incluyo en la larga lista. Está recién editada por
Impedimenta. Su lectura es cautivadora por la sencillez y plasticidad que la autora maneja en sus
textos con metáforas increíbles, para contarnos, una historia de amor trasgresora y obscena:
“Se vistió y pasó el resto de la noche tirada sobre la áspera yerba
pantanosa. Las estrellas seguían cayendo. Siempre imposibles de alcanzar. Hacia
el amanecer, el cielo mostró su remota, misteriosa aurora, verde y centelleante”
Cuando Marian Engel (1933-1985) publicó Oso en
Canadá supuso todo un escándalo y, aun así, ganó el Governor General's
Literary Award for Fiction en 1976. Fue la primera mujer en tener un
asiento en la junta directiva del sindicato de escritores de Canadá y en 1983
fue nombrada Oficial de la Orden Canadiense. Tres años después fallecía de
cáncer en Toronto.
El libro es muy bonito, llegué a él por la recomendación de su editor que
la presentaba como novedad en la Feria del Libro en Madrid, cuando lo compré
disfruté de su cuidadosa edición. La
ilustración de portada, realizada por Gabriella Barouch, es una pequeña obra de
arte en sí misma.
La historia nos habla de la estancia de Lou en
la isla Cary en el norte de
Canadá donde, ella como bibliotecaria del Archivo Histórico canadiense, ha de hacerse cargo de catalogar el legado de un
Coronel fallecido.
Dentro de la isla de Cary hay una mansión: octogonal, luminosa, victoriana,
diseñada al estilo de Fowler.
Poco a poco descubrimos como la protagonista se deja llevar por una
naturaleza que se apodera de su alma y de esa fascinación nace el romance entre ella y un oso.
Una estancia limitada en el tiempo que terminará cuando cumpla con su
misión de registrar los libros y las notas qué a modo de secretos desvelados se iban desprendiendo de ellos conforme
iniciaba su catalogación y los hojeaba.
Notas, mensajes del pasado que nos cuentan mucho más de los habitantes de la isla y los constructores de
la casa. Secreto puzle que la acercan cada vez a desvelar la naturaleza de su integración con la isla.
Lou, se integra en esa isla que ha conseguido atraerla desde su
cautiverio en la gran ciudad donde estaba encerrada en un sórdido sótano catalogando
legajos y fotografías de las que las personas van desasiéndose donándolos al Archivo, para formar parte de un lugar
donde el silencio se escucha.
A lo largo de sus páginas vamos
descubriendo a una persona que en los primeros capítulos creemos una persona
apocada, limitada por su quehacer minucioso y aburrido y conforme se va desprendiendo de su absurdo
pasado e inicia la integración en la naturaleza y progresa
el erotismo que le produce el contacto con el oso y la naturaleza, se
completa como persona y se recupera para si misma.
¿Zoofilia?
“Era la noche de la
lluvia de estrellas. Lo llevó a la ribera. Nadaron en el agua quieta y oscura.
No jugaron. Fueron serios esa noche. Nadaron en círculos uno alrededor del
otro, con solemnidad. Después regresaron a la orilla, salieron del agua, y él,
en vez de sacudirse hasta empaparla, se echó a un lado de ella y lamió el agua
de su cuerpo mientras ella, recostada sobre su espalda, miraba el cielo y
dejaba que las estrellas le cayeran encima, una, dos, catorce, un millón
parecía, listas para quemarla. Intentó tomar una con la mano –parecía tan
cercana— pero el resplandor se desvaneció de su alcance y se perdió en la vía
láctea.
Chirriaban los
colimbos, y los chotacabras también.
Se sentó. El oso se
sentó enfrente de ella. Ella se puso de rodillas y se deslizó hacia él. Cuando
estuvo tan cerca como para sentir la humedad brillante sobre sus pechos, se
montó en él. Nada sucedió. Él no pudo penetrarla y ella no pudo hacerlo entrar.”
No es una novela para todos los públicos pero si para todo
al que le guste la buena literatura. Novela que se lee deprisa y que requiere
una segunda lectura para disfrutar despacio.
George Steiner la calificó
de una “extraña obra maestra”.